jueves, 25 de septiembre de 2008

Explosión de rabia en Dungu

Como ya comenté hace ya algún tiempo, la situación en Dungu, en el extremo noroccidental del Congo, está bastante caliente. El LRA (Ejército de Liberación del Señor) que teóricamente lucha contra el gobierno ugandés ha tomado como base de operaciones las zonas selváticas casi impenetrables del parque nacional de Garamba y su area circundante, donde se encuentra Dungu.

Yo tuve que ir en misión a aquella parte para realizar un levantamiento topográfico del aeropuerto de la ciudad y tomar puntos GPS y levantar la cartografía de los alrededores del pueblo así como las rutas principales de salida. Me hospedé con los observadores militares que hay allí y tuve la suerte de coincidir con Sebastián y Wilson (uruguayo aquel y boliviano éste) quienes me hicieron la estancia super agradable y me trataron fenomenal. En definitiva, unos amigos.

La semana pasada el LRA ha estado haciendo incursiones en toda aquella zona ante la impotencia de la población civil, la inefectividad de la MONUC y la pasividad del ejército gubernamental que son en última instancia quienes tienen que combatir, ayudados logísticamente por la MONUC, contra los grupos armados que operan en territorio congoleño. Las razones de la inefectividad de unos y la pasividad de otros son claras y me las reservo para mí en este caso.

Como decía, la semana pasada el LRA atacó, como es su costumbre, poblados indefensos para violar a las mujeres, secuestrar a niños para convertirlos en soldados, robar el ganado y las cosechas, matar a los hombres y saquear cuanto pueden. Ante esta situación de miedo e incertidumbre las gentes de Dungu y alrededores se preguntan porqué tantos militares allí, acampados al lado del aeropuerto y sin actuar, mientras sus vidas pueden en cualquier momento correr tantos peligros. Los acontecimientos que he descrito antes no justifican en absoluto los hechos que a continuación voy a relatar (contados y sufridos por Wilson y Sebatián) os pueden dar una idea de la forma de reaccionar y actuar de la gente ante situaciones que se les escapan de su entendimiento y ante la rabia y desesperación cuando oyen rumores de que el LRA matará a un niño de los secuestrado por día si las tropas de la MONUC no se van de la zona.

El pasado miércoles unas cuatrocientas personas llevando piedras, palos y machetes se reunieron en silencio a las puertas de la casa-oficina de los observadores militares que se encuentra en la ciudad de Dungu, a media mañana entraron por sorpresa en el recinto rompiendo el portón de entrada y comenzaron a destrozar todo lo que se encontraban a su paso. Wilson salió de la oficina al oir el ruido y en cuanto vió a la gente entrando salió corriendo con otro compañero, la cocinera y limpiadora y escaparon por la puerta de atrás. Consiguieron llegar hasta una escuela cercana y la maestra los dejó entrar, los escondió dentro de un aula y cerrando la puerta con un candado y dándoles la llave. Después ella se marchó de la zona para que no la pudiesen relacionar con ellos. Otros dos compañeros de Wilson quedaron atrapados en la casa-oficina, resultando heridos leves. Al fin y al cabo el objetivo no era hacer daño a las personas si no lanzar una clara advertencia a los que vivían allí. Inmediatamente Wilson y los suyos llamaron a los militares marroquíes que se encuentran acantonados en el aeropuerto, a 8 kilómetros, para que viniesen a socorrerlos. Cuando llegaron los refuerzos la gente había puesto barricadas en el único puente que da acceso a la ciudad y bloquearon el paso durante un tiempo. Cuando consiguieron dispersar a la gente y encontrar a los que se habían escondido se fueron a la casa-oficina para evaluar los daños: el coche completamente calzinado, los ordenadores robados, los generadores de electricidad destrozados, el interior de la casa completamente saqueado, la ropa, documentos de identidad y el dinero ahorrado quemados o desaparecidos.

La sede de los observadores militares se ha cerrado sine die y sus integrantes están en Bunia tratando de recuperar algo de dinero y los documentos a través de sus seguros ... y mientras todo sigue en calma y tranquilo para el LRA.

martes, 23 de septiembre de 2008

Cruzar el lago Alberto

Este es el primero de una serie de relatos sobre el viaje que hemos realizado durante mis vacaciones de agosto por tierras congoleñas, ruandesas y ugandesas.

El mes pasado, cuando me fui de vacaciones con amigos que habían venido de España a visitarme, tuvimos que cruzar el lago Alberto para salir del país y continuar nuestro especial periplo por tierras ugandesas. El viaje desde Kasenyi, como se llama la población ribereña de la parte congoleña, hasta Ntoroko, el pueblo perdido de la mano del hombre que se encuentra en el extremo suroeste del lago y pertenece a Uganda, fue bastante tranquilo y rápido en comparación con viaje de ida que mis amigos tuvieron que sufrir para llegar, en dirección contraria, hasta el Congo. Pero vayamos por partes:

El día 10 de agosto llegaron Javi, Cris y Bea a Entebbe, el aeropuerto internacional de Uganda. La idea original para que pudiesen llegar a Bunia fácilmente era comprar unos billetes en una compañía aérea utilizada por trabajadores de ONGs que conecta Kampala con ciudades del Congo un tanto inaccesibles para dar servicio a estas organizaciones humanitarias. Desgraciadamente fue imposible conseguir billete ya que las fechas en que había vuelos no nos venían nada bien.

Finalmente, para llegar hasta Bunia tuvieron que tomar un taxi al día siguiente hasta Kampala para coger muy temprano el autobús que los llevó hasta Fort Portal en unas tres horas. Desde allí se trataba de conseguir un vehículo que los pudiese transportar hasta Ntoroko y poder cruzar el lago con un "barco" que descubrí hace el viaje todos los días. Desde Bunia, las pocas informaciones que había podido recabar sobre este último tramo de carretera consistían en conocer la distancia y un poco el estado de la ruta ... nada más. La distancia eran 80 kilómetros y el estado de la carretera era el normal y previsible en esta parte de África, es decir, sin asfaltar y de tierra compacta, así que yo contaba con que invirtiesen unas tres horas en hacer el recorrido, a unos 25 kilómetros por hora, el tiempo justo para que pudiesen tomar el último barco para atravesar el lago, que según lo que me decía todo el mundo, tardaba dos horas de orilla a orilla.

El tramo entre Entebbe, Kampala y Fort Portal lo hicieron en tiempos previsibles y de manera confortable, con los míticos autobuses Kalita desafiando el tráfico, el ganado, los ciclistas de las cunetas y la velocidad del sonido. Al llegar a Fort Portal consiguieron un camión de transporte (transporte de todo tipo: mercancías, animales vivos y muertos y humanos, todos juntos y en "armonía) cargado con bananas, botellas de agua y más pasajeros, vaya, hasta arriba.

Lo que se suponía un viaje placentero y exótico de unas tres horas se fue convirtiendo poco a poco, según empezó a llover, en una bienvenida a África un poco más dura de lo esperado. La lluvia fue convirtiendo el camino en una pista deslizante y el camión en el que iban montados empezó a hacer unos extraños zigzagueos yendo de extremo a extremo y quedándose atravesado en medio del barrizal. Los mensajes de móvil que fui recibiendo y las subsiguientes llamadas de teléfono que yo iba realizando para saber como les iba dejaban entrelucir un supino cabreo que iba in crescendo según la noche iba avanzando. Los rumores de la existencia en los alrededores de leones iban haciendo mella entre mis amigos y les hizo desistir de su intención inicial de realizar andando los últimos 10 kilómetros hasta Ntoroko.

Después de cargar y descargar los plátanos mil veces, de empujar el camión otras tantas sin ningún tipo de orden ni coherencia, mis buenos amigos (aunque nuestra amistad estaba un poco resquebrajada en esos precisos momentos) se disponían a pasar la noche resguardados debajo del motor cuando poco a poco se fue acercando una furgoneta que se dirigía hacia Ntoroko y que parecía llevaba el rumbo más enderezado. La decisión de cambiar de vehículo me imagino que debió darse en milésimas de segundo y la consiguiente discusión con el conductor del primer camión, debido al precio a pagar por tan agradable safari, no tardó en llegar a continuación.

Al final, llegaron a la famosa y bella Ntoroko sobre medianoche y se metieron a dormir en un hotel básico (de los básicos de por aquí) y temprano por la mañana se tuvieron que despertar para ir al "puerto" y montar en el "barco". Ni una cosa ni la otra, el puerto resultó ser la misma orilla del lago y el barco una patera que se encontraba a unos cuantos metros de distancia de tierra firme. Tras mojarse hasta la cintura subieron a la embarcación que los llevó bajo un sol de justicia hasta la otra orilla donde yo ya los estaba esperando.

Continuará ...

El reportaje gráfico de todo el viaje se puede consultar pinchando en estos dos enlaces, donde se puede acceder a las fotos de Javi y las fotos de Bea.

martes, 9 de septiembre de 2008

Lubumbashi

Está considerada como la segunda ciudad en tamaño e importancia del Congo después de Kinshasa, la capital. Desde el aire, cuando uno se asoma para ver a vista de pájaro todo el paisaje de la zona desde la ventanilla del avión, la primera impresión que se percibe es el cambio de color de la tierra debido a la menor cantidad de lluvias en esta zona de sabana y la cantidad de grandes agujeros a modo de queso gruyere que no son más que la presencia palpable de minas de cobre por todas partes. De hecho la ciudad fue fundada por los belgas a pricipios del siglo XX debido a la riqueza geológica del subsuelo de los alrededores y bautizada como Elisabethville por la reina de Bélgica y esposa de Alberto I, el tercer rey de los belgas.

Comparada con otras ciudades del Congo, ésta parece bastante más moderna debido a su pulcra limpieza y a la gran cantidad de edificios relativamente bien conservados de la época colonial, además las últimas guerras libradas en el Congo pasaron bastante por encima de la ciudad y no se notaron en exceso sus consecuencias como en otras partes del país. A todo esto hay que sumar el reguero continuo de millones que recibe la provincia de Katanga y la ciudad de Lubumbashi debido a la instalación de empresas extractoras de minerales que vienen de todas partes: Australia, Sudáfrica, Bélgica o China.

Otra de las razones que esgrime la gente de aquí para considerar a esta ciudad como un modelo dentro del país es la buena gestión que dicen hace el actual gobernador de la provincia: Moise Katumbi, antiguo empresario que milita en el partido del presidente Kabila, que se hizo rico antes de llegar a ser gobernador y que seguro no perderá nada de dinero por seguir ostentando el cargo.

Mi primo Ramiro es el que está en medio y sin barba, los otros chicos son congoleños que trabajan en la MONUC en Lubumbashi y nos enseñaron todas las partes importantes de la ciudad.

Diego y su ordenador portátil que utiliza para tomar puntos GPS y trazar los mapas sobre el terreno.


Fábricas y más fábricas pueblan los alrededores de Lubumbashi, L'shi para los amigos.

Empresas extractoras de minerales en la ciudad de Kipushi, fronteriza con Zambia.

Montaña de desperdicios de cobre y otros minerales que se encuentra en pleno centro de la ciudad.

jueves, 4 de septiembre de 2008

Vida de compromiso en Lubumbashi

Cuando fue a Lubumbashi, allá hace un mes, antes de irme de vacaciones, me hospedé en una casa de la congregación de las Siervas de San José, unas mujeres que han llevado media vida en el Congo, en la provincia de Katanga, volcadas con el desarrollo social y espiritual de la gente en esta región al sureste del Congo.

Mi primo Ramiro trabaja en una ONG de desarrollo en Madrid y cada año tiene que realizar un viaje para ver los proyectos que las contrapartes (las diferentes casas que la congregación tiene por varios países) en el terreno están llevando a cabo con su supervisión y gestión. Este año tocaba ir al Congo así que, aprovechando que teníamos un trabajo de campo pendiente de elaborar en Lubumbashi, le pedí a mi jefe que me asignase para esa tarea y así poder encontrarme con Ramiro.

La estancia fue maravillosa, la acogida por parte de las hermanas resultó muy cariñosa y pude comprobar de primera mano todo el esfuerzo y dedicación plena (afrontando todas las dificultades y adversidades con alegría) de estas mujeres que

Sin duda, una lección de humanidad para todos y un ejemplo a seguir (dificil, pero se les podría llegar a emular en un pequeño porcentaje)