martes, 25 de noviembre de 2008

Zimbabue, país en caída libre

Tras salir del Delata del Okavango me dirigí a la ciudad de Francistown (Botsuana) para al día siguiente intentar conseguir transporte para entrar en Zimbabue. De este país me atraían mucho dos aspectos que quería ver en persona: el primero era conocer de primera mano como era la situación de la población ante la gravísima crisis económica que lleva atravesando Zimbabue durante varios años en la que la inflación y la devaluación de la moneda son galopantes, todo esto agravado por la imposibilidad de llegar a un acuerdo político tras las elecciones presidenciales, a todas luces injustas, que tuvieron lugar en marzo de este año. El otro punto de interés para ir a Zimbabue era el conocer y visitar el Gran Zimbabue, unas ruinas enormes de un antiguo imperio en el corazón del país que dieron mucho que hablar a los arqueólogos de hace un siglo (escribiré sobre este lugar en el próximo capítulo)



Llegué desde Botsuana en una furgoneta como la que aparece en la foto de abajo y más o menos con el mismo número de personas. Hay muchos emigrantes de Zimbabue en los paises limítrofes y Botsuana no es una excepción. Desde las ciudades cercanas a la frontera salen cada día un montón de coches y furgonetas privadas que hacen el recorrido entre aquellas y ésta. La gente que va a trabajar o comprar productos básicos para luego venderlos en Zimbabue hace largas colas en la carretera a la salida de las ciudades para conseguir previo pago un sitio en cualquier tipo de transporte que les pueda llevar hasta su país.




Este tipo de furgonetas no son precisamente una carroza de reyes. Si no te clavas los hierros que sobresalgan del vehículo te encuentras con el saco de lleno de zapatos del pasajero de al lado y debido al viento provocado por la velocidad y al sol abrasador, la gente prefiere ir tapandose la cabeza con un pañuelo o un gorro, sin poder hablar casi y tratando de resguardarse al rebufo de la cabina del conductor. Pero bueno, es lo que hay y suele llegar a su destino, que eso es lo importante.


En el viaje de dos horas desde la frontera hasta Bulawayo, la segunda ciudad por importancia de Zimbabue, me encontré a esta señora. Yo entraba en el país con cierta aprehensión por los comentarios que había recibido, por lo que había leído en la prensa y la guía que llevaba, así que tener una referencia local para ayudarte a dar los primeros pasos en un lugar desconocido es siempre bienvenida. Entre los dos llegamos a un acuerdo: quedamos en que yo le pagaba parte del trayecto a cambio de que me ayudase a encontrar un lugar donde dormir seguro, pseudolimpio y barato.

Me llevó a un hotel que estaba en el centro de la ciudad y que resultó el sitio perfecto. Allí empezó a cambiar mi concepción del país. Tras caminar por las calles de Bulawayo descubres que aquello no es el salvaje oeste sino un lugar que en los años 80 justo después de la independencia debió ser un paraiso terrenal y que hoy, debido a la enorme cleptocracia, se ha convertido en la sombra de lo que fue, pero aun así la sombra es bastante alargada. Viniendo del Congo, este país es Suiza. Hay carreteras, tendido eléctrico, red de teléfono fijo, se puede beber del grifo (en realidad es obligatorio ya que, al no poderse permitir comprar agua mineral, no venden botellas), las ciudades son ordenadas y los edificios están muy bien conservados. Pero claro, el vivir de las rentas no es eterno y ya se notan bastante los estragos de la población. Por todas partes, desde muy temprano, hay enormes colas formadas alrededor de los bancos (están viviendo una especie de Corralito ya que sólo pueden sacar medio dólar del banco que no les da para nada) La gente en general trata de mantener sus puestos de trabajo a pesar de que el salario mensual que reciben hace mucho que no da ni para cubrir las necesidades básicas de un par de días, aun así siguen yendo al trabajo con la esperanza de que la situación mejore en el futuro.


Al final, después de dejar las cosas en el hotel invité a comer a esta señora (lo siento, no me acuerdo de su nombre) y le di dinero para que continuase su ruta en tren al día siguiente hasta su ciudad donde sus hijos le esperaban. La comida en este país de crisis se compone de un potaje de maiz que llaman sadza, un poco de carne dura en salsa y algo de verdura. Cuando vas a los supermercados, antaño repletos, te los encuentras completamente vacíos y sólo con pan y gusanitos en las estanterías, así que en los restaurantes locales sólo dan este plato nacional que tuve el placer de degustar durante cinco días seguidos. Aunque debo decir que no está mal.

La última aventura del día fue cambiar dinero. En realidad para un extranjero está completamente prohibido cambiar dinero en la calle. Hay que ir teóricamente a un banco para que te den básicamente nada por tus dólares estadounidenses, tus pulas de Botsuana o tus rands de Sudáfrica. En cambio en el mercado negro la tasa es más aceptable siempre y cuendo no te timen o te roben o te pille la policía, es decir, éste era "el momento" donde me la jugaba. Me metí en un locutorio y empecé a hablar con la gente sobre la situación del país y tras un rato cambié de tema y empezamos a hablar de la tasa de cambio del día (en realidad hay que hablar de la tasa del momento ya que cambia de hora en hora)

Tras intimar un poco les pedí que me llevasen a un lugar donde cambiar con lo que salimos de allí y nos dirigimos a una tienda que había vivido momentos mejores sin duda. En ese lugar, en la trastienda había una señora entrada en carnes. Debido a que pensaba que todo en el país iba a ser más caro me decidí por cambiar de una vez 100 dólares. Afortunadamente la señora se apiadó de mí y no me timó ni el chico que me acompañaba me robó, pero eso sí, cometí un error: cambiar tanto dinero. Al final en los hostales u hoteles a los extranjeros no les permiten pagar en moneda local así que tenía un montón de dinero para gastar y sin poder hacerlo ya que no hay nada que comprar. Otra consecuencia de haber cambiado tanto dinero es que cada vez lo que tienes vale menos, esto que en Europa puede ser trivial, en Zimbabue no lo es. En los cinco días que estuve la moneda se devaluó un 80% así que el objetivo era cambiar de vuelta a dólares en cuanto pudiese.



Bueno, la impresión general de Zimbabue que me ha quedado es muy buena y merece la pena volver cuando las cosas mejoren y se calmen.

Ahora hay reunida en Sudáfrica una delegación de "sabios" que trata de mediar entre las partes para conseguir llegar a un acuerdo sobre el reparto de poder. Básicamente el mayor escollo es la asignación de ministerios a los dos grandes partidos. Entre ellos se están disputando la importante cartera de interior ya que controlaría toda la policía y seguridad en el país con lo que daría ventaja en el control efectivo de la población. No hay que olvidar que Mugabe ha estado reprimiendo a la población durante muchos años de su mandato y ha estado utilizando la policía y el ejército para mantener a raya a la oposición.

lunes, 17 de noviembre de 2008

Delta del Okavango

Después de pasar por Zambia, en las pasadas vacaciones, me dirigí a Botsuana con el fin de llegar hasta Maun, una ciudad que se encuentra en medio de una zona semidesértica pero que tiene como aliciente el estar también al lado del Delta del Okavango.

El Okavango es un río que nace en Angola, atraviesa Namibia y que tras un recorrido un tanto errático desemboca, no en otro río o en el mar, sino en medio de una llanura enorme (en Geografía a este tipo de cursos acuáticos se le llama cuenca endorreica)

Lo que hace especial a este río es que debido a lo ininterrumpido de las lluvias en su tramo superior, lo que debería ser un lugar seco y yermo, continuación del desierto del Kalahari, se convierte en un gran valle con agua permanente y fértiles pastos que albergan una de las mayores cantidades de mamíferos de Africa.
Aquí en Bunia tengo una conocida que es piloto de un pequeño avión que hace la ruta diaria entre Entebbe (Uganda) y Bunia operando bajo las siglas de Naciones Unidas. Un día, cuando le dije que tenía pensado ir de vacaciones a Botsuana, me comentó que no dejara de ver el Delta del Okavango, un lugar en el que ella había vivido ya que trabajó contratada como piloto para una empresa local dedicada a vuelos nacionales y vuelos escénicos. Al final de la conversación me dió un par de números de teléfono de las amigas que trabajaron con ella en Maun para que contactase con ellas para ver si podían dar una vuelta.
Dicho y hecho, en cuanto llegué allí llamé a la antigua jefa de mi amiga que, sin yo pedirle nada, me dijo que me acercara al aeropuerto al día siguiente a eso de las tres y media ya que a las cuatro tenía contratado un vuelo escénico con unos clientes.
Al día siguiente, cuando llegué, los clientes ya estaban esperando en las oficinas de la compañía. Eran una familia de suecos (padre, madre e hija) que habían contratado el avión entero (un Cesna de seis plazas) para que les diesen una vuelta por el delta. Lo divertido de la historia es que esta familia, al haber tenido que pagar todo el avión a pesar de no cubrir todas las plazas, andaban un poco cabreadillos. Yo llegué a las oficinas con mi camiseta sin lavar de hacía un par de días y rápidamente los empleados me hicieron pasar al interior para contarme que me tenía que hacer pasar por piloto en pruebas para que los clientes no se enfadaran por meterme a mí en el vuelo sin pagar. Me dieron una camisa de piloto de la compañía que me tuve que poner y tras salir de la oficina me tuve que presentar y estar con ellos yo solo hasta que el verdadero piloto y su avión aterrizasen de un vuelo previo.
Imaginaos la escena cuando me empiezan a preguntar aspectos técnicos del vuelo: ¿qué altitud vamos a llevar?, ¿qué velocidad?, ¿con qué compañías había trabajado antes?, ¿qué tipos de aviones?, etc, etc. ¡¡qué vergüenza!! Bueno pude salir de aquella con un poco de cara y muchas vaguedades del tipo: no muy alto, no muy rápido, aviones pequeños, que horror el accidente de Barajas, etc.
Al final salió todo fenomenal, conocí al verdadero piloto y nos llevaron sobre el Delta del Okavango durante más de una hora viendo elefantes, jirafas, hipopótamos, cebras, etc. Fue algo espectacular que no lo olvidaré fácilmente.
No saqué muchas fotos porque quedaría muy mal ante la familia de suecos que un piloto experimentado como yo se dedicara a tomar imágenes de los animales y hacer aspavientos de ilusión ante lo que andaba viendo. Bueno, os mando unas pocas.

martes, 11 de noviembre de 2008

Zambia también vota

Las reacciones ante la victoria de Barack Obama en las elecciones presidenciales de EE.UU. han debido ser enormes en los países desarrollados a juzgar por la cobertura mediática que se le ha dado a todo el proceso electoral. Pero por aquí, un poco más al sur, las prioridades de la gente, a pesar de las expectativas poco realistas de los gobiernos africanos ante un cambio de política de EE.UU. hacia este continente (ver este enlace) ahora que el nuevo presidente tiene ascendencia africana, son sobrevivir y conseguir llegar no a fin de mes sino al final de la jornada.



De todas formas las elecciones también tienen lugar en otras partes del mundo, no sólo en América. En Zambia todo el mundo estaba como loco ante las presidenciales que se celebraron el 30 de octubre pasado debido a la prematura muerte en medio de la legislatura de su presidente, Levy Mwanawasa, en agosto pasado. A mí me tocó vivir el final de la campaña electoral de camino hacia Botswana y la resaca de la misma después de los resultados a la vuelta de Zimbabue.



En liza había principalmente dos candidatos: Rupiah Banda, el antiguo vicepresidente y Michael Sata, el candidato del partido mayoritario de la oposición. A estos se sumaba un tercero, Hichilema Hakainde que, joven y rico, se presentaba como la alternativa del cambio y la ruptura con los partidos tradicionales a pesar de que sólo contaba con base electoral en el sur del país.



Banda se presentaba como el continuador de la política del antiguo presidente, visto por todo el mundo, tanto seguidores de un candidato como de otro, como un buen político. Los detractores de Banda decían que no debía ganar por la gestión del presidente fallecido ya que el no había hecho nada para merecerlo, simplemente ser su vicepresidente.





Me hacía mucha gracia preguntar a la gente, sobre todo jóvenes que incluso no podían votar ya que no estaban registrados, el porqué creían ellos que Sata debía ser elegido. Todos me decían "es un hombre de acción", cuando trataba de que me especificaran un poco ellos continuaban "es un hombre de acción". Sus detractores decían de él que sólo quería el poder y que era un tipo peligroso debido a su fama de agitador de masas y potenciador de rivalidades tribales.



HH, como le llama la gente parecía un tipo que preconizaba la renovación pero sus opositores le veían con poca experiencia en política.



Los principales asuntos a tratar no se referían a la crisis financiera global ni nada por el estilo sino a como hacer frente a la subida del precio de los alimentos, mejorar el sistema educativo o ver que hacer con los ingresos de las minas en la región de Copperbelt, cerca de Lubumbashi (RDC).


Cartel de la Comisión Electoral de Zambia para promover la participación en las elecciones presidenciales.

Concierto en Lusaka con un montón de grupos musicales locales a favor de la participación en las elecciones.


Cuando estuve en Livingstone ocurrió una cosa muy curiosa. Por la mañana me fui a ver las cataratas Victoria y al lado de la carretera, en un aparcamiento, había dos camiones enormes parados y rodeados por muchos policías que los estaban custodiando. Frente a ellos había una gran muchedumbre concentrada al otro lado de la calle que increpaba a los antidisturbios y saltaba y cantaba. Estuve preguntando que ocurría y la gente me dijo que creían que los camiones, que venían de Sudáfrica, estaban repletos de papeletas ya marcadas con las siglas del partido en el gobierno (el de Rupiah Banda) y querían quemarlos para que no pudieran llegar a Lusaka y fueran distribuidas con el consiguiente pucherazo.

Por la tarde, al volver de las cataratas y pasar por la misma calle, los autobuses ya no estaban y en cambio había piedras, neumáticos y palos desperdigados por todas partes. La gente y la policía, me contaron, se habían enzarzado en una batalla campal que había terminado con la dispersión de los manifestantes a base de gas lacrimógeno y con las dudas del gentío. Los camiones se abrieron y estaban únicamente llenos de lámparas y baterías para los colegios electorales.
A la vuelta de Zimbabue conocí los resultados: Banda, el antiguo vicepresidente del gobierno saliente había ganado las elecciones por poco margen y con la certeza de los partidores del opositor Sata de que había amañado los resultados. Banda se proclamó presidente casi inmediatamente y Sata todavía no lo ha reconocido como vencedor.
Veremos que pasa. La gente con quien hablé lo único que quería era que el país continuase estando en paz.