Pues sí, después de más de tres meses de estar viviendo en Kin llegó el robo. Fue el sábado a la una de la tarde. Estábamos Robert y yo dentro del coche de la MONUC yéndonos hacia un pueblecito río Congo arriba, a unos 70 kilómetros de Kinshasa, llamado Maluku. Iba yo conduciendo muy despacito ya que habia atasco, Robert estaba sentado en el asiento del copiloto, los dos con los pestillos bajados, los cinturones puestos y las ventanillas medio bajadas. Robert tenía mi teléfono (iPAQ) entre las manos ya que estábamos buscando los teléfonos de otra gente que iban a venir también. De repente, en cuestión de dos segundos, alguien metió el brazo por la ventana y le quitó de las manos el móvil a Robert. Para cuando pudimos reaccionar ya estaba corriendo y saltando un muro a 50 metros. Imposible correr tras él en una ciudad de nueve millones de habitantes.
Inmediatamente, llamé a la seguridad de la MONUC que lo único que me dijeron fue: "Sí, vaya hombre, lo siento, tienes que rellenar un formulario de la denuncia". Después de maldecir un poco, ya más sereno, traté de llamarme desde el teléfono de Robert para intentar hacer un trato con el ladrón y poder recuperar el móvil (Pocket PC en realidad) donde, por cierto, tengo todos los datos de todos vosotros. Descolgaban pero nadie contestaba a pesar de decir la palabra mágica: Dólar.
Después de todo el bajón , dando completamente por perdido el móvil, decidimos continuar ruta hacia nuestro destino de reposo para pasar el mal trago y descansar del bombardeo de pedigüeños y ladrones que nos ha saturado tanto durante esta última semana. Pasamos la tarde en este pueblecito, Maluku, a la orilla del río. Preguntamos por todas partes si había posibilidad de dormir en algún lado ya que no nos apetecía nada volver a Kinshasa. Al final, en una terraza placentera que da al Congo, conseguimos, tras muchos tiras y aflojas, alquilar unos colchones para dormir allí mismo con la mosquitera.
Pagamos poco, recogimos los colchones de casa de alguien, nos aseguraron que no llovería (noche completamente estrellada) y cenamos allí mismo un pollo con patatas que nos prepararon.
Al cabo de un rato, sobre las ocho de la noche, recibe Robert una llamada en su móvil: "Diego, es el embajador, que quiere hablar contigo". Toma ya. Me da un número de teléfono de alguien que ha llamado a casa de mi madre en España ya que había visto su número en la pantalla de entrada de mi Pocket PC. Mi madre, con toda la razón del mundo, sin entenderse con esta persona, se piensa en lo peor, así que remueve todo el Ministerio de Asuntos Exteriores para tratar de averiguar algo sobre mi en kinshasa. Consigue hablar con el funcionario de guardia que a su vez localiza al embajador, llaman al ladrón para tratar de que lleve el móvil a la embajada. Tras negarse esta persona, me llama Miguel, el embajador, y me dice lo que ha pasado, me recomienda que llame al número móvil del ladrón para llegar a un trato y me ordena amablemente que llame a mi madre para tranquilizarla y decirla que estoy bien. Yo, que soy muy educado, hago las dos cosas y convengo con el supuesto ladrón en que a la mañana siguiente lo llamo para quedar en algún lado y hacer el canje.
Después de una noche pasada por agua (con que no llovería, eh) nos volvimos para Kinshasa a hacer la denuncia. Estuve llamando todo el día al ladrón pero tuvo apagado el móvil todo el tiempo.
Hoy por la mañana hemos vuelto a llamar y he conseguido hablar con él. Concertamos una cita en mi trabajo para el canje pero no ha aparecido. Ahora vuelve a no contestar en el móvil.
Os mantendré informados pero me da que he perdido el teléfono definitivamente.
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2 comentarios:
¡Jo, qué noche¡.
No te preocupes Diego, ya pasó todo. Un beso Marisi
Bueno Diego, me tranquiliza y explica cierta cosa: el sabado fuiste llamado desde Madrid y hubo cierta preocupación (no excesiva por la hora) al no responder. Nos hubiese gustado hablar contigo a tod@s.
Un abrazo y sigue escribiendo.
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