martes, 23 de septiembre de 2008

Cruzar el lago Alberto

Este es el primero de una serie de relatos sobre el viaje que hemos realizado durante mis vacaciones de agosto por tierras congoleñas, ruandesas y ugandesas.

El mes pasado, cuando me fui de vacaciones con amigos que habían venido de España a visitarme, tuvimos que cruzar el lago Alberto para salir del país y continuar nuestro especial periplo por tierras ugandesas. El viaje desde Kasenyi, como se llama la población ribereña de la parte congoleña, hasta Ntoroko, el pueblo perdido de la mano del hombre que se encuentra en el extremo suroeste del lago y pertenece a Uganda, fue bastante tranquilo y rápido en comparación con viaje de ida que mis amigos tuvieron que sufrir para llegar, en dirección contraria, hasta el Congo. Pero vayamos por partes:

El día 10 de agosto llegaron Javi, Cris y Bea a Entebbe, el aeropuerto internacional de Uganda. La idea original para que pudiesen llegar a Bunia fácilmente era comprar unos billetes en una compañía aérea utilizada por trabajadores de ONGs que conecta Kampala con ciudades del Congo un tanto inaccesibles para dar servicio a estas organizaciones humanitarias. Desgraciadamente fue imposible conseguir billete ya que las fechas en que había vuelos no nos venían nada bien.

Finalmente, para llegar hasta Bunia tuvieron que tomar un taxi al día siguiente hasta Kampala para coger muy temprano el autobús que los llevó hasta Fort Portal en unas tres horas. Desde allí se trataba de conseguir un vehículo que los pudiese transportar hasta Ntoroko y poder cruzar el lago con un "barco" que descubrí hace el viaje todos los días. Desde Bunia, las pocas informaciones que había podido recabar sobre este último tramo de carretera consistían en conocer la distancia y un poco el estado de la ruta ... nada más. La distancia eran 80 kilómetros y el estado de la carretera era el normal y previsible en esta parte de África, es decir, sin asfaltar y de tierra compacta, así que yo contaba con que invirtiesen unas tres horas en hacer el recorrido, a unos 25 kilómetros por hora, el tiempo justo para que pudiesen tomar el último barco para atravesar el lago, que según lo que me decía todo el mundo, tardaba dos horas de orilla a orilla.

El tramo entre Entebbe, Kampala y Fort Portal lo hicieron en tiempos previsibles y de manera confortable, con los míticos autobuses Kalita desafiando el tráfico, el ganado, los ciclistas de las cunetas y la velocidad del sonido. Al llegar a Fort Portal consiguieron un camión de transporte (transporte de todo tipo: mercancías, animales vivos y muertos y humanos, todos juntos y en "armonía) cargado con bananas, botellas de agua y más pasajeros, vaya, hasta arriba.

Lo que se suponía un viaje placentero y exótico de unas tres horas se fue convirtiendo poco a poco, según empezó a llover, en una bienvenida a África un poco más dura de lo esperado. La lluvia fue convirtiendo el camino en una pista deslizante y el camión en el que iban montados empezó a hacer unos extraños zigzagueos yendo de extremo a extremo y quedándose atravesado en medio del barrizal. Los mensajes de móvil que fui recibiendo y las subsiguientes llamadas de teléfono que yo iba realizando para saber como les iba dejaban entrelucir un supino cabreo que iba in crescendo según la noche iba avanzando. Los rumores de la existencia en los alrededores de leones iban haciendo mella entre mis amigos y les hizo desistir de su intención inicial de realizar andando los últimos 10 kilómetros hasta Ntoroko.

Después de cargar y descargar los plátanos mil veces, de empujar el camión otras tantas sin ningún tipo de orden ni coherencia, mis buenos amigos (aunque nuestra amistad estaba un poco resquebrajada en esos precisos momentos) se disponían a pasar la noche resguardados debajo del motor cuando poco a poco se fue acercando una furgoneta que se dirigía hacia Ntoroko y que parecía llevaba el rumbo más enderezado. La decisión de cambiar de vehículo me imagino que debió darse en milésimas de segundo y la consiguiente discusión con el conductor del primer camión, debido al precio a pagar por tan agradable safari, no tardó en llegar a continuación.

Al final, llegaron a la famosa y bella Ntoroko sobre medianoche y se metieron a dormir en un hotel básico (de los básicos de por aquí) y temprano por la mañana se tuvieron que despertar para ir al "puerto" y montar en el "barco". Ni una cosa ni la otra, el puerto resultó ser la misma orilla del lago y el barco una patera que se encontraba a unos cuantos metros de distancia de tierra firme. Tras mojarse hasta la cintura subieron a la embarcación que los llevó bajo un sol de justicia hasta la otra orilla donde yo ya los estaba esperando.

Continuará ...

El reportaje gráfico de todo el viaje se puede consultar pinchando en estos dos enlaces, donde se puede acceder a las fotos de Javi y las fotos de Bea.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Dieguin,
Divertido el relato. Como parte de el confirmare que NNNN'Toroko es una localidad que nadie que visite Uganda deberia perderse...
Ah, y por hacerlo mas ameno, yo meteria alguna de las maravillosas fotos que te hemos pasado dentro del texto.
Saludos chaval!!!

Anónimo dijo...

Diego, llevamos horas atascados en el barro, está anocheciendo, llueve y además hay leones...supongo que no podrás hacer nada pero para que lo sepas... ;-)

Genial! No tardes en escribir los siguientes capítulos.
Beatriz

pd:confirmo...visita Ntoroko!