jueves, 6 de diciembre de 2007

Los elefantes blancos

Ha habido muchas veces que gobernantes en el tercer mundo, especialmente en África, han tenido sueños de grandeza y han acometido grandiosos proyectos que supuestamente iban a ser la panacea de todos los males de sus súbditos por el resto de la eternidad. Ejemplos de estas inversiones astronómicas, sin un estudio serio de los costes y los beneficios reales, se han dado por todo el mundo, pero aquí en el Congo, al lado de Kinshasa, tenemos dos de los más claros ejemplos.

Río Congo abajo, cerca de Matadi, hay varios rápidos y saltos de agua que fueron aprovechados por Mobutu para construir en 1963 unas presas y centrales hidroeléctricas para controlar el suministro de energía eléctrica a la provincia rebelde de Shaba (actual Katanga, al sureste del país)

En aquella época se construyeron dos centrales, Inga I (351 MW) e Inga II (1424 MW), que en poco tiempo se comprobaron como imposibles de mantener y de asegurar su funcionamiento. Desde ese momento funcionan al 20% de su capacidad.

Había en proyecto también la construcción de Inga III y Gran Inga, proyecto que tiene visos de retomarse por parte de una empresa sudafricana. Según los estudios, Inga III tendría una capacidad de 3.500 MW, que junto con las dos centrales existentes en buen funcionamiento podría abastecer a toda el África Austral. Si a estas cifras se le añade Gran Inga, la capacidad podría llegar a 39.000 MW. Impresionante. Para que os hagáis una idea el proyecto faraónico de la presa de las Tres Gargantas, en China, tiene una capacidad de 18.200 MW.

Ante todos estos números, uno solo más a titulo ilustrativo: solo un 5% de la población del Congo tiene acceso a la electricidad.

El otro proyecto estúpido que se hizo sin pensar fue la puesta en marcha de una fábrica siderúrgica en Maluku (80 km río arriba de Kinshasa). Se suponía que las presas de Inga iban a suministrar la electricidad necesaria. En 1974, el estado congoleño junto con inversores italianos y alemanes construyeron la fabrica SOSIDER. Junto a ella se levantó una verdadera ciudad que albergaba a unas 1.300 casas. Bueno, no duró ni cinco años y cerró completamente.

A Inga no pude llegar cuando estuve en Matadi pero la fábrica de Maluku sí la pude ver junto con la ciudad pegada. Aquella sigue como un testigo mudo de las decisiones y despilfarros de unos déspotas por el "bien" de sus súbditos.

1 comentario:

Unknown dijo...

Pero, digo yo, que algo tendrán que hacer si sólo un 5% de la población tiene acceso a la electricidad. Parece de cajón que sin energía electrica no hay progreso. Tú mismo decías que en Bunia no hay red eléctrica.
En fin, se lo dejaremos al Kabila.
Un beso Diego y gracias por contarlo. Marisi