viernes, 4 de julio de 2008

El reencuentro con Robert

Me imagino que todos os acordáis de Robert, mi compañero de despacho y fatigas durante parte de mi estancia en Kinshasa, si no, os remito a los escritos de los meses de noviembre y diciembre del año pasado. Después de irse del Congo en diciembre se volvió a Barcelona para preparar con Eva, su novia, una vuelta al mundo de un par de añitos. El primer tramo, Africa, lo comenzaron en febrero y tenían pensado concluirlo dentro de un mes o dos en Ciudad del Cabo (Sudáfrica), recorriendo el continente con un viejo Land Rover que compraron y prepararon en España.


Durante la correspondencia que hemos mantenido en estas últimas semanas Robert me fue diciendo los progresos que iban haciendo con el todoterreno en su camino hacia Kinshasa con el fin de poder tomar un avión desde Bunia y quedar en la capital. La semana pasada me dijo que ya habían llegado a Brazzaville, la capital de la República del Congo, el país que está al otro lado del río, así que me dispuse a preparar un viaje a Kinshasa para, aprovechando el puente por la celebración del Día de la Independencia, poder atravesar a verlos.


Llegué a Kinshasa el viernes por la noche y directamente me uní a la gente que conozco por allí para ir a una fiesta que se celebraba en una casa inmensa con piscina de una chica en la que se había contratado a camareros profesionales que repartían canapés y Primus por doquier.


Al día siguiente cruzamos el río Congo Jarko, mi jefe, y yo. Allí no estaban esperando Robert y Eva. A Robert lo encontré un poco más delgado (tienes que comer noodles para hacerte fuerte) pero la sensación general entre todos fue como que no hubiese pasado ni un día desde la despedida.


Nos alojamos todos en un hotel tranquilo, limpio y acogedor que se llama Hippocampe (20.000 CFAS la noche en habitación doble) que yo ya conocía de la anterior vez que fui a Brazza y que recomiendo especialmente por el restaurante de comida vietnamita que tienen y por el ambiente del resto de los huéspedes, la mayoría grandes viajeros que nos contaron un montón de historias.


Robert y Eva nos contaron (bueno, yo ya lo sabía antes de ir para Kinshasa) que cuando llegaron a la ciudad, mientras buscaban alojamiento, se les acercó un congoleño con la intención de comprarles el coche. Pensando que en Angola, Namibia o Sudáfrica iba a ser mucho más complicado vender el todoterreno, decidieron aceptar la oferta y tras regatear un poco al día siguiente se encontraron con el dinero fresquito en el bolsillo que les ha permitido amortizar la compra y arreglos del coche, y con un par de billetes de avión para Bangkok para este lunes pasado.


El sábado nos dedicamos a pasear por la ciudad, llevar las mochilas al nuevo hotel y tomar unas cervecitas por los poquísimos bares que hay en Brazza. El domingo era día de elecciones municipales y la ciudad estaba completamente paralizada. Allí tienen la extraña costumbre de prohibir toda actividad económica durante la jornada de comicios: imposible encontrar un taxi (que son casi los únicos coches que hay), imposible encontrar un comercio o restaurante abierto hasta el cierre de las urnas. Casi sólo había niños jugando al fútbol o andando por el medio de las calles aprovechando la ausencia de tráfico. De todas formas, hecha la ley, hecha la trampa. También había unos cuantos coches que tenían un letrero de "Laissez-passer" en el parabrisas y que circulaban por donde querían sin ser parados. Por la noche vimos el partido del siglo y abrimos una botella de cava que se habían traídos estos dos desde Barcelona.


Al día siguiente los acompañamos al aeropuerto, nos despedimos y nos fuimos Jarko y yo de excursión por los alrededores y el martes cruzamos el río de vuelta en el primer bote y fuimos a la oficina directamente.





Robert, el árbol bananero que plantamos en el Congo Batiment, detrás de nuestra oficina, ha echado raices y progresa adecuadamente (P.A. como en las notas de primaria). Dentro de unos años podremos recoger plátanos si no los ha comido todos Papa Joseph, que te manda saludos.

Un beso muy fuerte para los dos y mucha suerte en Asia.

2 comentarios:

Unknown dijo...

Maravillosa la descripción del reencuentro de los dos amigos. ¡Qué viaje tan ideal están haciendo¡. Aunque, visto desde aquí un poco cansado. En fin ¡la juventud, divino tesoro¡. Besos Diego

Anónimo dijo...

Diego , Gracias por todo lo que dices de Robert y Eva describiendo el reencuentro de los dos. Mi hijo y tu sois realmente dos grandes amigos y junto a Eva, formais un grupo perfecto. Espero que tengais ocasión de veros de nuevo en algún otro lugar del mundo, y ya sabes que serás muy bienvenido si vienes a Barcelona. Soy fiel seguidora de tu web. Vale la pena el esfuerzo que haceis tanto tu como Eva y Robert en poner al dia vuestras Webs para los sedentarios como yo.
Un beso.