viernes, 18 de julio de 2008

Aniversario en Dungu

La semana pasada tuve que ir a Dungu, al noreste de la República Democrática del Congo y cerca de la frontera con Sudán, para hacer un levantamiento cartográfico de la zona, especialmente del gran aeropuerto que la MONUC ha construido con el fin de servir de base a las fuerzas armadas congoleñas y las tropas de la ONU en sus futuros ataques contra la milicia del Ejército de Liberación del Señor (LRA, por sus siglas en inglés)



Lo primero que llama la atención cuando uno llega después de una hora y media de vuelo en helicóptero ruso es el calor sofocante y húmedo que impregna el ambiente de la zona, rodeada de selva degradada y bañada por dos ríos caudalosos y numerosos riachuelos. La región, bastante llana, se encuentra a unos 700 metros sobre el nivel del mar lo que en estas latitudes cercanas al ecuador significa calor intenso durante el día y ambiente fresco durante la larga noche. Hablo de "larga" ya que aquí nadie tiene electricidad y una vez que el sol se esconde por el horizonte la oscuridad lo envuelve todo y no se ve nada a cinco metros de distancia a menos que sea una noche con luna.



Sí que había electricidad hace unos años. Dungu era en la época belga y en años posteriores un pequeño centro de inmigración procedente de paises europeos. Aquí se encuentra un montón de casas, fábricas o edificios de la administración hechos de ladrillo, una central hidroeléctrica que aprovechaba, mediante una canalización dirigida a dos turbinas, los saltos de agua de estos caudalosos ríos. Hoy en día hay huella de incluso tres grandes puentes en buen estado y un palacio junto al río Kaliba, sin olvidar la carretera que conectaba la ciudad con su salida natural hacia el sur, hacia Isiro, a unos 210 kilómetros de distancia. Belgas y griegos constituyeron el grueso de aquella "colonización", familias enteras se asentaron en la zona con el fin de invertir en negocios relacionados con la tierra: explotaciones mineras y sobre todo plantaciones de café trajeron a Dungu una época de esplendor.



Pero todo ese periodo de riquezas pasó a la historia después de la independencia y, especialmente, después de los años 80, cuando los últimos aventureros se marcharon para siempre. Los precios de sus productos cada vez eran más bajos y salir de la ciudad para llevar las mercancías hasta los mercados exteriores cada vez se hacía más complicado. La carretera que habían construidos los belgas aún es visible y "transitable" a través de la maleza y la selva que lo come todo. La falta de inversiones de mantenimiento ha hecho que ahora el camino se asemeje más a una antigua calzada romana que a una carretera de asfalto. Ahora ya no son los camiones los que entran y salen de la ciudad, el tráfico de las cuatro ruedas ha sido sustituido por el de las dos, bicicletas y motos traen los caros productos desde otros lugares que las familias a duras penas pueden comprar.



Después de la inversión en la construcción de la central hidroeléctrica y del levantamiento de postes para conducir la electricidad a los diferentes lugares todo el complejo se puso a funcionar en 1986 y duró hasta 1986, sí, no me he confundido, sólo seis meses estuvo en funcionamiento debido a problemas técnicos en el diseño del salto de agua. Ahora los únicos que tienen electricidad son algunas familias que compraron paneles solares y los observadores militares que tienen un par de generadores que funcionan a base de gasolina traída en aviones de la ONU desde Uganda.



Allí, con los observadores, me alojé en Dungu y fué con ellos (Wilson de Bolivia y Sebastián de Uruguay que están más solos que la una) con quienes realicé todo el trabajo de campo, tomando coordenadas GPS de los sitios importantes, haciendo el levantamiento topográfico del aeropuerto y cartográfico de las calles y caminos que salen de la ciudad. Fue con ellos y con la compañía marroquí con quienes celebré mi primer año en el Congo, un aniversario genial en medio del casi total aislamiento gracias a la hospitalidad de los observadores y la comida exquisita de los marroquíes.



Me llevo un recuerdo muy gratro de Dungu. Tiene una atmósfera especial por su pasado, por el entorno y sobre todo por la tranquilidad del ambiente (a pesar de que las milicias han llegado a 50 kilómetros de la ciudad) donde se puede pasear durante el atardecer y conocer la amabilidad y frescura de su gente, en un lugar donde todo el mundo se rie y hace comentarios viendo pasar a un blanco con un aparato electrónico extraño por sus calles.


2 comentarios:

Unknown dijo...

Muy interesante el reportaje. Y me hace mucha gracia de la última foto. Desde luego, los niños son niños en todas partes. Me recuerdan un poco a César y a Angélica cuando se hacían fotografias. Y a mí misma cuando era pequeña.
Un beso muy fuerte, Marisi

Anónimo dijo...

Hola Diego, tuve la suerte de vivir 7 meses en Dungu (Observador Militar) y es tal cual lo describes.
Saludos muy grande.

Carlos Ibarra
Commander Navy
Uruguay