viernes, 17 de agosto de 2007

El status del blanco

La noche de hace un par de sábados fue una de las más cómicas y surrealistas de mi vida. El viernes salí por la noche con el resto de la gente de la MONUC, noche previsible, supongo que tipo Erasmus. El sábado nos apetecía a Philipp y a mi una noche más congoleña, más negra, así que nos dimos una vuelta por el barrio a ver que se cocía.


Nos fuimos andando en busca de música y algo para cenar ya que era tarde y todavía no habíamos tomado nada. Al doblar una esquina llegamos a un inmenso cementerio, completamente caótico, donde no hay ni vallas rodeándolo y las tumbas se agolpan casi unas encima de otras en medio de la maleza. En un lateral de la avenida había una señora vendiendo buñuelos que ella misma freía en plena calle pero, mas que algo dulce, preferíamos alguna cosa salada así que le preguntamos donde podíamos conseguir unos bocadillos a esa hora. Nos indicó que continuásemos andando unos metros mas, que había un sitio donde daban comida. Anduvimos hasta el final de la manzana, caminando por una calle sin iluminación donde lo único que se conseguía ver era una gran cantidad de gente agolpada al final de la calle (la verdad, daba un poco de respeto). Cuando llegamos, pudimos leer, sobre la puerta de un recinto cerrado, un cartelón de tela que decía: "Gran reunión festiva de la juventud. Actuaciones toda la noche. Bebida. Comida. Todo 2.000 francos".


Claro, en estas situaciones, donde eres el único blanco en un barrio, digamos, popular, pareces como un faro que ilumina toda la oscuridad de la noche y hacia donde se acerca todo el mundo (y mas con nuestra pinta de "y esto que es?")


Entre los que nos rodearon se encontraban un par de chavales con pinta de haber bebido alguna Primus de más (algún día hablaré de las cervezas) y más gente que nos decía "sí, sí, luego hablamos". Al final decidimos entrar, convencidos por los buenos consejos de nuestros nuevos amigos, pagamos los dos mil francos (4 dolares) y cruzamos la puerta. Al pasar al interior del recinto noté como los cuellos de las 100 personas que allí podría haber crujían según íbamos entrando y doscientos ojos se clavaban en nosotros a medida que un maestro de ceremonias, vestido con traje y corbata, nos dirigía hacia la mejor mesa para presenciar las actuaciones.


En esos momentos, cuando te das cuenta que vas en pantalón corto y camiseta acompañado por un metre que te dice "síganme, por favor, por aquí" y que todo el mundo te está mirando, lo único que se te ocurre es ir saludando cortésmente a la gente, sonriendo, y tapar lo más posible el agujero que tiene por detrás el pantalón.

Una vez sentados, se nos acerca una guapa señorita preguntándonos de una manera muy educada lo que queríamos beber, "una Primus, por favor" - respondimos los dos rápidamente. Después de dar unos tragos a la cerveza vemos, por el movimiento que hay en el escenario, que el espectáculo va a comenzar (bueno, pues a ver de que va esto). Aparecieron unos quince chicos vestidos con trajes tradicionales, es decir, medio desnudos, cantando y actuando en su idioma materno, el lingala. De pronto, un tipo trajeado se acerca a nosotros y nos pregunta si se puede sentar en nuestra mesa. Nos empieza a explicar que es el director del grupo de teatro, que él mismo ha sido quien ha escrito la obra y que se trata de una alegoría a su río y su patria: el Congo. Inmediatamente, tomándonos por importantes representantes de artistas, nos pide que les ayudemos monetariamente para poder realizar una gira por el país, nos suplica que movamos nuestros contactos para poder difundir la obra por nuestro trabajo. Le comentamos que trabajábamos para la MONUC y en nada relacionado con el arte y el teatro, pero a él le daba igual.

Los "amigos" borrachillos que se nos habían acercado cuando estábamos a la puerta quisieron hablar con nosotros para pedirnos dinero. Craso error. Repentinamente, de no sé donde, aparece un hombretón con traje que los ahuyenta de una forma no muy cortés. Nosotros atónitos.

Al cabo de un rato, después de que nos hubieran servido la cena, se nos acerca una señora vestida de traje de noche y nos dice que es la presidenta de la asociación. Continúa diciendo que para ella y para la asociación que representa es un gran placer que hayamos podido asistir al evento. Termina preguntándonos si éramos de alguna embajada (toma ya) y diciendo que cualquier cosa que necesitáramos se la pidiésemos a ella.

Mientras tanto, las actuaciones continúan: tres raperos del barrio, una pareja tipo Pinpinela, un teatro de niños. Lo mejor es que mientras tanto, en el otro escenario, se hacen las pruebas de sonido mientras los anteriores actúan, con lo que se oía todo fatal.

Al final, nos dimos por vencidos, teóricamente aquello iba a durar hasta el amanecer pero nosotros no pasamos de la una y pico de la mañana. Cuando nos levantamos nos volvieron a acompañar a la puerta y allí, como la presidenta se quería despedir, esperamos unos minutos a la entrada. La verdad es que la situación daba un poco de respeto, con toda la oscuridad y tanta gente. Supongo que los organizadores lo debieron notar e hicieron que nos acompañaran hasta casa unos miembros del club de karate (literal), nos sin antes habernos pedido dinero para la "recaudación de fondos" de la asociación.

Hay veces (bueno, supongo que siempre) que ser blanco aquí te hace que te traten de manera diferente. Debo decir, que a partes iguales, para bien y para mal. Siempre habrá una barrera invisible.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Menuda escena, solo falta algún documento gráfico que la acompañe.Diego, tengo un amigo que toca en un grupo de rock... podrías hacer algo?
Oihana