martes, 14 de agosto de 2007

Nuestro querido Leopoldo

En 1876 Leopoldo II de Bélgica convocó una conferencia internacional en Bruselas con el propósito de que las grandes potencias, que estaban a punto de llegar a las armas, se pusieran de acuerdo sobre los límites de las posesiones de cada una de ellas en África. Leopoldo se erigió de este modo en árbitro, esperando por supuesto sacar tajada en río revuelto. Después de la conferencia fundó la Asociación Internacional Africana, con el cándido propósito de impulsar el conocimiento de África por parte de las naciones cristianas. Casi de forma paralela, financió la expedición que Stanley (el de Livingstone, supongo) dirigió por el Congo entre 1879 y 1884.
En 1885 Bismarck convocó otra conferencia, esta vez en Berlín, con la intención de llegar al mismo acuerdo pacífico para repartirse Africa sin llegar a la guerra. Leopoldo II de Bélgica se las ingenió para que la conferencia le otorgase el gobierno del Congo (supongo que franceses, ingleses y alemanes dirían: si no es para mi, para nadie. Venga, se lo damos al pesado este de las barbas, como se llama? Ahh, si, Leopoldo) pero, de acuerdo con la Constitución de Bélgica, el rey necesitaba la autorización del Parlamento para convertirse en soberano de otro país. El Parlamento aprobó un acuerdo por el cual el rey asumía el control del Estado Independiente del Congo como una posesión personal.
El rey estableció una administración absolutista en la que cualquier decisión legislativa debía ser refrendada por él. Se constituyó un gobierno con tres ministerios y un Gobernador General encargado de los asuntos ordinarios de la colonia.

Los nativos evidentemente debían pagar impuestos, bien mediante una cantidad de dinero que nadie tenía, bien mediante trabajos físicos (perfecto, mano de obra gratis). El objetivo era sacar cuanto más marfil y caucho mejor.

Claro, unos pocos funcionarios blancos debían controlar a millones de trabajadores negros y los funcionarios de Leo "no tuvieron más remedio" que recurrir al terror (las mutilaciones eran los castigos favoritos). Se calcula, según el informe de principios de siglo XX del cónsul británico en el Congo, que aproximadamente tres o cuatro millones de personas murieron por la causa de la "civilización".
Leo tuvo que renunciar a su finca en 1908 y cederla al Estado belga ante el escándalo internacional que suponían sus métodos.
Este pasado fin de semana me fui de excursión con otras seis personas. Estuve hablando con un belga que trabaja para la cooperación de su país. Hablamos de Leopoldo y de la visión de Bélgica y los belgas que tenían ahora los congoleños. Me contó que, por su parte, sentía como una especie de responsabilidad moral con respecto al Congo por todas las barbaridades que se habían cometido (no en vano la AECI belga destina, según me dijo, entre un cuarto y un tercio de sus recursos al Congo). Por otra parte, me dijo que la gente congoleña tenía un sentimiento ambivalente hacia Bélgica: era la expotencia colonial, con todo lo que conlleva de animadversión, pero a la vez, después de tanto años de Mobutu, guerras, corrupción, nula administración, la gente incluso veía con añoranza aquella época.

1 comentario:

FERNAN dijo...

Diego no desesperes, creo que he encontrado tu sitio en la evolución, yo te situaría entre el simio gigante que cometabas ayer y Leopoldo II. Unos años más, un poco más de barba (Blanca por cierto), un traje chulo con chapitas, una corona y a triunfar.